jueves, 27 de mayo de 2010

U street



Mientras la ciudad ardía, en Ben's Chili Bowl se vendían perritos calientes.

Era 1968 y el asesinato de Martin Luther King convirtió la capital del país en una batalla campal de cristales rotos, hogares en llamas y tropas del Ejército en las calles.

Los primeros grupos se reunieron en la intersección entre la calle U y la 14, y pidieron a los establecimientos que cerraran en señal de duelo.

Pero con una población mayoritariamente negra, arrinconada en barrios como Columbia Heights y Shaw, y con la afroamericana Universidad Howard a la cabeza del Civil Rights Movement, la rabia no pudo contenerse.

Alrededor de 20.000 personas salieron a la calle durante cinco días. Hubo saqueos, incendios, atracos, murieron doce personas, se prohibió la venta de armas y unas 13.000 tropas tomaron la capital.

Entretanto, Ben seguía vendiendo perritos calientes.

Las cenizas de aquella hoguera todavía pueden recogerse en un éxodo urbano que sólo desde hace una década empieza a revertirse.




Más de cuarenta años después, U street se renueva, se pone de moda y ahora ya es parte del recorrido turístico y más desde que Barack Obama se sentó a la mesa a mancharse y chuparse los dedos con chili. O desde que aparecieron los distinguidos Nicolas Sarkozy y Carla Bruni para sentirse americanos entre las paredes grasientas por el humo de las suculentas "french fries".

Pero antes de que el Harlem de Nueva York aspirara a existir, U street y este original pequeño local donde todos los camareros son afroamericanos, los precios de los perritos nunca suben y está abierto a horas intempestivas para esta ciudad (las dos de la mañana), eran el corazón de la cultura afroamericana.

No en vano podías meterte en cavernas de jazz y encontrarte tocando a un vecino del barrio, Duke Ellington.


Más Nueva York

Viajar de la horizontalidad y perfección de Washington a la verticalidad y caos de Nueva York es la combinación perfecta para escaparte de todo un fin de semana.

Esta vez tuve el honor de hospedarme en un Brooklyn latino donde el reaggetton suena hasta durante la hora de la siesta, y beber cerveza mala y cara en un club ochentero, pero fresca y gratis en la escalera de incendios del piso de un amigo.

La mañana dominguera fue para los famosos brunch de mi neoyorquina catalana favorita que siempre sabe elegir el lugar perfecto. Esta vez, el marroquí Café Mogador.

Y por fin descubrí el Metropolitan. Sales y quieres volver a entrar. Sólo digo eso.

Pero con lo mejor que me quedo es el viaje de vuelta. Como muchos sabréis, las principales ciudades de la costa este de Estados Unidos están unidas por autobuses de compañías de inmigrantes chinos que unen los barrios tipo Chinatown y que son la alternativa más barata a un caro y poco frecuente tren.

Elegí la coreana MVP (Most Valuable Price). A parte de esperar dos horas, pasar miedo por un inconsciente conductor que se peleó consigo mismo diez minutos buscando el botón para abrir la puerta y quedarnos atrapados en el puente de Delaware por un accidente, sufrí y compartí la mayor vergüenza ajena colectiva de mi vida. (Sólo mis amigos lo saben, pero la vergüenza ajena es como la peor de mis pesadillas). Al señor se le ocurrió poner una película para amenizar el viaje y nos regaló minutos inolvidables y de escándalo de la introducción de la porno "Girls get free". Suerte que no encontró el play.

Al cabo de doce horas de viaje entre esperas y retrasos, por supuesto, dos curiosos pasajeros (un soldado árabe destinado a Irak y un palestino obsesionado con el fútbol español) acabaron siendo mis amigos.

Finalmente, llegué a las dos de la madrugada a mis tranquilas y victorianas calles de Washington, agotada y satisfecha de mi dosis de estrés neoyorquino.



Otros apuntes:

Siempre sorprendida por las pijas.


Los conciertos del metro. Al menos podrían combinar las bambas.




Hot dog en Central Park.




Y todo el día en el Metropolitan.


Además, un fin de semana entero discutiendo sobre qué es Nueva York: ¿la ciudad que nunca duerme, la capital del mundo, todo un mito y una ciudad sucia, inhóspita y sin personalidad?

Os dejo a Woody Allen para que juzguéis vosotros mismos.




"She didn't get into the right pre-school, which means she won't get into a good private school, which means she'll never get into the Ivy League college, she won't get a good job. She's 3 years-old and her life is finished!"