viernes, 9 de julio de 2010

Cuatro de Julio






Pasó mi primer Cuatro julio sin pena ni gloria, como todas la fiestas de todos los países que conozco: comiendo y bebiendo hasta reventar. Entretenido y placentero, claro. Por supuesto me concedí mi dosis de americanismo con una banderita izada en mi casita blanca y aplaudiendo a los héroes del desfile patriótico de Washington.

Hay que reconocer que son originales, porque mientras veía desfilar al coche de Regreso al futuro, Bugs Bunny junto a personajes vestidos de Abraham Lincoln, Benjamin Franklin o súper Obama, pensaba en las mortíferas y pretenciosas procesiones de las Fallas para la ofrenda de la virgen en Valencia, o los "viva españa" que suenan a historia carcomida durante el Día de la Hispanidad. Con todos mis respetos, me quedo con esto. Sin embargo, me quedo con Valencia y mi Nit de l'Albà en Elche cuando vi los fuegos. Igual que no me di cuenta hasta que salí de Elche de que estábamos invadidos por palmeras, ahora me percato de qué pirómanos somos en nuestro mediterráneo valenciano.

A 30 grados a la sombra, un amigo me contó que salir en ese desfile que tenía el honor de presenciar era para esos chiquillos armados con sus trombones y sus vestidos decimonónicos y asfixiantes "once in a lifetime chance". Aunque les diera un soponcio. Parece bonito.

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