Pero un año más sigo sin cumplir mi promesa femenina y son ya veinticuatro.
A estas alturas, se puede decir o asumir que la adolescencia ha pasado, que aprobé a trompicones la universidad, que a mi cuenta de ahorros llega una suma de dinero que paga el alquiler y los caprichos, que he aprendido a hacerme a la cama y a cocinar de vez en cuando, que viajo sola en avión y me despierto cuando el despertador manda, que soy algo parecido a un adulto y que, sin saber por qué ni cómo, la vida me sonríe.
¿Y los tacones? Al año que viene... Déjenme no ser mujer todavía, dice una vocecita dentro.
Me encanta! Bienvenida al club de las que se resisten a ser mujeres hechas y derechas
ResponderEliminar