martes, 2 de marzo de 2010

El día que yo lleve tacones

Cumplo veinticuatro años y sigo sin llevar tacones. Lo he intentado varias veces. Mi madre me lo pedía desde los dieciocho. Hay algunos que me gustan, envidio a las que los llevan con ligereza y una sonrisa, y tengo algunos zapatos que incluso "taconean" como tales, aunque no lo sean. Pero me gusta escucharlos: el paso decidido, imponiendo, marcando... Suenan a mujer.

Pero un año más sigo sin cumplir mi promesa femenina y son ya veinticuatro.

A estas alturas, se puede decir o asumir que la adolescencia ha pasado, que aprobé a trompicones la universidad, que a mi cuenta de ahorros llega una suma de dinero que paga el alquiler y los caprichos, que he aprendido a hacerme a la cama y a cocinar de vez en cuando, que viajo sola en avión y me despierto cuando el despertador manda, que soy algo parecido a un adulto y que, sin saber por qué ni cómo, la vida me sonríe.

¿Y los tacones? Al año que viene... Déjenme no ser mujer todavía, dice una vocecita dentro.

1 comentario:

  1. Me encanta! Bienvenida al club de las que se resisten a ser mujeres hechas y derechas

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