martes, 2 de marzo de 2010

La "happy hour" de los políticos

Muchos. Miles. Insignificantes. Vienen de todas partes.

Sueñan con estar cerca del poder. Y lo están, pero sólo físicamente. Una vez que llegan aquí la escalera se inclina aún más. Porque, de cerca y en contrapicado, las alturas imponen.

Algunos son más pobres que ricos, otros más cobardes que honrados. Los encuentras generosos, luchadores, lameculos, idealistas. Sus currículum están trazados milimétricamente con un compás en busca del ascenso en su carrera. Y todos ellos sonríen cuando la situación lo pide.

Encorbatados, estrechan manos, contestan llamadas, hablan y hablan, discuten, trabajan día y noche. El ritmo es incesante, imparable y les consume tanto como les atrapa. Ves las luces de las oficinas que no se apagan. "Algunos duermen allí. Sí, claro", confirman. Los maratones de comisiones, de convenciones y de reuniones lo exigen. O sino, puerta y que pase el siguiente.

Sólo a las seis de la tarde, cuando las "happy hours" los sacan de las formalidades grises de pasillos centenarios, hay tiempo para hablar de deporte, amigos y la vida real. O al menos eso creía él, un becario de 23 años recién llegado del otro Washington, uno de los estados más frondosos en naturaleza y progresistas en política del país.

Después de un día entero contestando llamadas de sus conciudadanos exasperados porque su senadora había votado una reforma sanitaria que no era la prometida, entraba relajado y sediento al mundo de la "happy hour" de los políticos.

A los cinco minutos, exclamó con un nudo en el cuello: "¿Qué pasa?". El reloj seguía hacia delante. La batalla de los contactos, de las miradas de complicidad, de la búsqueda del trato, del hoy por ti, mañana por mí, del sí, del no, del tal vez, de las tarjetas de visita, de los teléfonos sonando, de las risas falsas, de los rumores, del quién es quién, del dónde vienes, a quién conoces... no cesaba.

"Ambición política", le aclaró un hombre de edad indescifrable sentado en la barra.

Por la noche, de vuelta a casa en el metro, él y miles como él recordaron lo que sus padres esperaban de ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario