martes, 2 de marzo de 2010

Tarjetas de visita

Si algo pueden definir la relaciones sociales de Washington, es la formalidad y el "networking". O lo que yo llamo: tener tarjeta de visita.

Hoy me he tenido que volver a enfrentar a ello. No eres nadie si no entregas tu tarjeta. Tu nombre desaparece entre tanta gente importante, entre tantos nombres que nunca recordarás, pero que sabes que deberías. Lo pensaba mientras comía rodeada de expertos de revistas de jazz que hablaban de chiste en chiste sin que yo me enterase. Intentaba anotar en mi vaporosa memoria alguno de los nombres de los citados y hasta de los suyos me he olvidado, aunque por los guiños y expresiones de sorpresa al pronunciarlos sospecho que eran "alguien".

Esas comillas hay que ganárselas, claro. Yo me presento como "a reporter with EFE News Services. Yes, Spanish media. We provide news for Spanish-speaking countries and Spain. Yes, like AP". Pero en verdad quiero decir: "becaria despistada recién salida de la universidad". La formalidad, sin embargo, prima, porque sino la ciudad te engulle.

Y luego una vuelve corriendo a la delegación, escribe o intenta escribir, la información se esparce, se disemina a través del todopoderoso Google y a veces tu nombre aparece por allí y por allá, y alguien te pregunta qué haces.

Al día siguiente, otra vez te piden tu tarjeta. Sí, la maldita tarjeta. En algunas ocasiones, parece un concurso de reparto de tarjetas, a ver quién antes incluso de estrechar la mano, te lanza una a la cara. La tienen siempre preparada, asomándose del bolsillo de la chaqueta: mano, sonrisa, quién eres, tarjeta.

Cuando hemos acabado el postre, he pensado: mañana se la pido a EFE por mi cumpleaños.

2 comentarios:

  1. Está gente del extranjero está obsesionada con las tarjetas. con lo convincente que suena "Hola, soy fulano, de nosédónde", sin papeles de por medio... Qué ganas de complicarse la vida.

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  2. En China también se utilizan. De hecho, son tan populares que en las tiendas de monerías de cuadernos, bolis, sobres, etc. siempre están ahí, nunca faltan, los estuches de todos los tamaños y colores para guardar las benditas tarjetas.
    Tal es la fiebre, que en menos de un mes después de mi llegada ya tenía tarjetas de Efe personalizadas porque todo el mundo de la ofi de aquí las tiene. Muy fuellllte.
    En fin, ¡no desesperemos!
    ¡Mua!

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